El que observa desde el árbol

"Sostenido de tu pie como una burla al destino, mirando al suelo desde tu incómoda posición. No intervienes, no actúas... solo observas" A. B. Rémeny
Meng Yao caminó a lo largo del ancho y lujoso pasillo, las caras alfombras y el lustroso suelo de madera debajo de estas, transformaban el sonido de sus pasos en un rítmico susurro de movimiento.
Miró a los grandes ventanales desde donde la luz del sol entraba, pensando en cuanto había extrañado la vista de la ciudad a la lejanía.
Hace tanto.
Siguió su camino hasta bajar por las estilizadas escaleras al primer piso, donde a un lateral del amplio recibidor, la cocina se combinaba con un comedor sencillo y práctico.
La casa tenía un comedor apropiado del otro lado del pasillo, con más de veinte sillas a lo largo de la mesa de roble barnizado, también una cocina con un chef profesional y todo su equipo de trabajo.
Pero esta zona era la favorita de Meng Yao. El espacio de descanso de la servidumbre y su lugar de comida, era la única parte de la casa que nunca estaba. Aquí siempre había alguien para conversar o a quien hacerle compañía.
Con pasos lentos, reflexivos, atravesó las puertas y entró en el humilde espacio. Sacó un pequeño paquete de barras nutritivas rellenas de mermelada, la sencilla golosina dándole el pretexto correcto para sentarse y mirar a través de la ventana.
Los inmensos jardines que rodeaban la propiedad tenían un verdor que solo un cuidado exhaustivo podía conseguir.
Hace demasiado tiempo.
Sabía que esto era un sueño, inspirado por algo en medio de un recuerdo y el anhelo. Su deseo de regresar a su cómoda vida como el más joven hermano de una familia adinerada se filtraba en cada detalle que su mente había conjurado.
Esta fue una vida donde la locura no era como una nube oscura que le hacía sentir sofocado.
Si esto fuera la realidad, habría al menos cuatro sirvientes alrededor, ya sea sentados comiendo o buscando entre los estantes y muebles, con varios sirvientes más entrando y saliendo en la mitad de sus deberes diarios.
Pero aquí no había nadie cerca.
No había movimiento alguno.
Y estaba bien.
Por una vez en muchos años, Meng Yao se sentía en verdadera paz aunque implicara estar solo.
-
-
--- ¿Crees que deberíamos despertarlo?
--- Pero está dormido.
--- Por eso es despertarlo, tonto.
Una pequeña pausa.
--- No peleen, Da-Xian dijo que no debíamos pelear.
--- No peleo, él es tonto.
--- ¡No lo soy!
Las infantiles voces comenzaron a resonar en la consciencia de Meng Yao, alejando los rastros del sueño hasta que pudo abrir los ojos.
Paneles de madera con complejos e increíbles tallados, largas cortinas de fina tela que se movían con la suave brisa que entraba por las ventanas, estantes llenos de libros y hojas y al fondo, un escritorio que Meng Yao había olvidado ordenar antes de irse a dormir.
Parpadeando para tratar de alejar el deseo de volver a dormir, miró a los tres niños discutiendo cerca de su cama, tan absortos en su pelea que no notaron cuando se incorporó. Grande y mullida, con un futón tan suave como la seda, la cama era tan cómoda que siempre era un pesar levantarse.
Recargándose contra la cabecera, tomó un profundo respiro, tan lleno que sus pulmones ardieron, tan lento que pareció tomar una eternidad cuando el aire por fin salió.
Había sido traído a esta enorme mansión estilo chino en algún momento impreciso desde la visita en el hospital y su estado inconsciente. De estilo antiguo y de un único piso, cada cuarto y pasillo parecían tan inmensos que Meng Yao aun no lograba definir el tamaño de la propiedad a pesar de llevar aquí dos meses enteros.
No es que Meng Yao tuviera alguna queja en particular, pero el lugar estaba tan aislado que ni siquiera había vislumbrado el paso de algún avión, avioneta o cualquier otro medio de transporte. Y ni siquiera había señal de teléfono o internet.
Hasta el diseño de todo era tan anticuado que sentía haber sido transportado en algún drama de la china antigua, de esos que tienen pésimos efectos y una trama más bien predecible pero cuyo nivel de utilería y escenarios era tan detallado, que te hacía preguntar si casi todo el presupuesto lo gastaban en ello y no en contratar a un buen técnico de efectos especiales... o guionista, dependiendo del drama.
Creería que todo era una alucinación si no fuera por la cocina y la sala de entretenimiento tan modernas como todo lo demás obsoleto.
Y por si eso no fuera prueba suficiente...
--- ¡Ya despertó!
Con sus piernas aun algo torpes y rostros regordetes y suaves, los tres niños se subieron o acercaron hasta donde se recargaba, tan inquietos que era imposible que fueran producto de su mente rota.
No mayores a los seis años, los tres pequeños habían sido su constante compañía desde hace dos semanas atrás, cuando los descubrió jugando dentro de la biblioteca.
Una proeza notable a su inquietud, con lo grande que era la sala llena de más libros de los que se podrían contar.
De hermoso cabello negro obsidiana y enormes ojos de un imposible tono violeta, A-Yuan era la más joven del pequeño grupo. A pesar de ello, siempre parecía molesta o asustada del mundo a su alrededor, pegándose a su pierna cuando Meng Yao trataba de llevarla con el resto de los niños en el lugar.
--- Te dije que no entráramos.
El que habló, con las manos al frente y mirando nervioso alrededor, era el seguidor eterno de la tercera en el grupo. A-Mian siempre seguía a RenRen por todos lados, mirándola como si la intrépida niña fuera el sol sobre el cielo.
--- Buenos días. --- Meng Yao saludó con una sonrisa diminuta.
--- ¡Hola!
--- Buenos días.
A-Yuan no contestó, pero se subió hasta recostarse contra sus piernas, mirándolo con tal vulnerable ternura que Meng Yao no pudo sentir enojo por ser despertado tan temprano en la mañana.
Yu ZiYuan era la más huraña del grupo, pero era la que más lo encandilaba. La forma en que fruncía su pequeña carita para simular molestia, disfrazando sus verdaderas emociones, siempre le hacía pensar que era como la versión infantil de lo que él había hecho en el hospital.
Pero ocultar tus emociones requería una práctica que una niña no podía aspirar a emular. Sin ser consciente de ello, A-Yu era tan expresiva en su deseo de ser protegida que Meng Yao no podía hacer más que corresponder.
Acariciando en corto cabello negro, miró a los otros dos y luego al resto de la habitación.
--- ¿Dónde está A-Ren? ¿Y A-Ze?
Los dos niños guardaron silencio, uno reticente y la otra con un deje de travesura.
Jiang FengMian era un niño introvertido pero sus gestos o la manera en que guardaba silencio cuando algo no le gustaba, solían delatarlo. Como ahora, donde su gesto al escuchar su pregunta, delataba lo poco que le gustaba la creciente cercanía entre el tranquilo Wei ChangZe y la inquieta SanRen.
SanRen o RenRen* por otro lado, era tan abierta y habladora, que Meng Yao siempre tenía dificultades para seguirle el paso, sintiéndose agotado después de solo un par de horas de su compañía. El delgado niño cuya ausencia era obvia, A-Ze, seguía cada travesura de la pequeña con tanta naturalidad, que casi parecían ser la sombra del otro, leyendo lo que RenRen necesitara aun antes de que ella dijera algo.
Unidos al nacer, solía pensar Meng Yao. Esos dos seguro crecerían para ser amigos, y quizá luego amantes, el lazo entre ellos era tan obvio que dudaba que alguna vez desapareciera. Obvio a pesar de sus tiernas edades de 5 y 7 años.
--- ¿Qué le has hecho esta vez a A-Ren*?
--- ¿Yo? --- RenRen se encogió de hombros, la pequeña mariposa de tela en su blusa verde menta revoloteó con el movimiento --- nada de nada.
--- Ella cerró la puerta de su cuarto con las cuerdas de sus zapatos. --- el bajo murmullo de A-Yu le hizo mirarla.
A pesar de no ser obvio, en realidad RenRen y A-Yu eran muy cercanas. Con una metiéndose en problemas mientras la otra le regañaba por lo bajo, jalándola del borde de la ropa en un vago intento de detenerla.
Sin embargo, siempre la ayudaba en sus travesuras... y siempre era la primera en confesar.
--- ¡A-Yu! ¡prometiste que no dirías nada! --- lloriqueó RenRen, picando un poco la pierna que asomaba por el borde de la cama.
Jalando de su esponjado vestido de un claro amarillo para cubrir la pierna que sufría el 'ataque', A-Yu sacó la lengua en dirección a su amiga, siendo correspondida por una risa chispeante.
--- ¡Le diré a Da-Ji!
Rojo hasta las orejas, un despeinado QiRen llegó seguido de un sonriente ChangZe. Meng Yao devolvió el saludo silencioso de este último mientras trataba de evitar que Lan QiRen peleara con una risueña SanRen.
--- ¡Ok, es suficiente! --- Alzó la voz para hacerse escuchar por encima de las risas, enojados gritos y bajos reproches de su diminuta multitud. --- RenRen, pide disculpas a A-Ren.
--- ¡Perdón!
La respuesta inmediata no disminuyó su sonrisa. Después de todo, para RenRen sus travesuras no tenían malicia, eran solo la forma en que la pequeña mostraba afecto y cariño a la gente a su alrededor.
Cansado, Meng Yao se levantó de la cama, estirándose para aliviar la rigidez de una noche de corto descanso.
--- Vamos, hay que comer algo.
--- ¡No quiero! --- A-Ren golpeó con su pie en el piso, sus brazos cruzados muy apretados contra su pecho --- SanRen fue mala y debería ser castigada.
--- Entonces acompáñame a comer mientras pensamos qué castigo sería mejor.
Era una suerte que los niños no pudieran leer el sarcasmo en la voz de Meng Yao o se habrían sentido muy ofendidos. Tomando en brazos a una atenta A-Yu, quien no se perdía ni uno solo de los argumentos entre el ruidoso grupo, salió del cuarto y caminó a lo largo del ancho y bien iluminado pasillo, los tragaluces en el techo hacían que caminar dentro de la mansión se sintiera como estar en un inmenso jardín.
Es verdad que el acrílico sobre sus cabezas evitaba que las hojas y flores de los árboles ensuciara la madera del piso, pero las numerosas plantas a lo largo de cada esquina y cerca de cada puerta, junto a las increíbles pinturas y grabados en las paredes, daban una impresión de libertad que siempre le reconfortaba.
No era de extrañar que estos niños fueran tan inquietos.
El lugar era inmenso y seguro, podían explorar sin necesidad de supervisión constante y sin temer salir heridos en sus travesuras.
--- ¡Da-Xian!
--- ¡Gege!
--- ¡Da-WangJi!
Meng Yao se detuvo abruptamente cuando las dos siluetas llegaron desde el fondo del pasillo.
Con una combinación de ropa peculiar entre lo moderno y las antiguas túnicas que solo vio en cuadros de las cortes imperiales chinas, de los museos que visitó cuando estaba en la escuela elemental, Meng Yao se quejó por dentro, aunque fue cuidadoso de mantener su expresión afable.
De largo cabello, uno en una coleta baja y floja, el otro con el cabello suelto hasta casi el final, donde era sostenido por un brazalete de plata y zafiro; eran como la mitad de un todo, moviéndose en tanta sincronía que era sorprendente... y un poco espeluznante, si era honesto.
Wei WuXian y Lan WangJi.
Las dos personas que lo habían traído a este lugar y hacia quienes al comienzo sintió una gran gratitud.
Ahora el sentimiento, dos meses después de tratarlos, se había esfumado hasta un profundo recelo. Por supuesto que las miradas hostiles de Wei WuXian y la fría indiferencia de Lan WangJi, no ayudaban a disminuir su incomodidad.
No eran abiertamente hostiles, pero se había dado cuenta de la forma en que lo mantenían aislado de los demás habitantes de la mansión. Justo como ahora, con Wei WuXian acercándose y extendiendo los brazos para tomar a una callada A-Yuan.
--- Buenos días, A-Yuan, --- con una sonrisa, picó la mejilla de la niña --- ¿RenRen te despertó temprano?
La niña se cruzó de brazos, malhumorada.
--- Yo me desperté sola.
--- Oh, ¿de verdad?
El par se alejó seguidos del grupo de niños que no parecían capaces de esperar a que el otro terminara de hablar, antes de intentar dar su propia versión de sus travesuras matutinas.
Ni siquiera una mirada en su dirección, solo un leve gesto de la cabeza de Lan WangJi como despedida mientras se alejaban. Y ese parecía el mayor acto de amabilidad del que era capaz el silencioso hombre.
Eran sutiles con su rechazo, pero era difícil de ignorar cuando habían sido ellos quienes le pidieron estar aquí. La contradicción lo incomodaba y aunque preguntaba, nunca recibía respuestas reales.
Al menos no le faltaba comida o comodidades y la ropa, a diferencia de la que ellos preferían usar, era sencilla y moderna, tan nueva que aun tenían las etiquetas cuando las llevaron a su habitación. Hacían soportable la soledad. Aunque tampoco podía quejarse demasiado, tenía una libertad que no había saboreado en años y todo a cambio de tres simples condiciones:
Debía estudiar cada día sobre el cultivo de la inmortalidad y la fuerza vital, artes marciales o cualquier tema que ellos decidieran.
Debía contarles, a detalle, cada pesadilla o sueño que tuviera.
Y la más importante, mantener todo en secreto.
Meng Yao tomó un profundo respiro antes de regresar a su habitación. Se daría una ducha antes de ir a buscar algo de comer, debía terminar la lectura que Lan WangJi le dio hace unos días atrás y que la noche anterior le había parecido demasiado confusa para comprender.
Era curioso que entre las condiciones le pidieran discreción cuando sabían que había pasado los últimos siete años en un hospital psiquiátrico... si Meng Yao tuviera a alguien para contarle, no sería a nadie lo bastante cuerdo para esparcir rumores y ser creíble.
Él mismo no creía estar lo bastante cuerdo para estar aquí, puede que en realidad hubiera enloquecido y todo esto fuera una completa alucinación...
--- ¡Eso son tonterías!
El estruendoso grito le hizo detener, un nudo en su estómago apretándose hasta que fue doloroso.
Pálido, miró al fondo del pasillo, en dirección contraria a donde estaba su habitación. Si creyera en algo, estaría rezando para que su presentimiento fuera mentira.
Pero "suerte" no era una palabra que definiera su destino en la vida.
Y como tal, Meng Yao reconoció al alto hombre que salió con paso enfurecido del fondo oscuro y lúgubre de aquel pasillo, justo en su dirección y que cuando lo vio, se quedó tan quieto como una estatua.
Oscuro cabello recortado al estilo militar, anchos hombros enfundados en un negro uniforme con correas y bolsillos a los lados de la cadera, brazos y muslos. Y una pistola en la mano derecha que aún mantenía con el seguro puesto.
Qie MingJue había cambiado mucho desde la última vez que lo vio, pero aun fue fácil de reconocer.
--- A-Yao.
--- Er Ge.
Bueno, esto en definitiva no era una alucinación. Ni siquiera en lo más profundo de su locura Meng Yao vería a su ex novio frente a él.
No estaba tan loco.
...
Aun.