XIX Oscuridad

18.03.2024

"Nadie vivirá por ti, los dioses no lucharán en tu lugar, nadie te acompañará en el tortuoso camino que has elegido. Así que empuña tu arma, grita tu ira y destruye a tu enemigo sin piedad "  
A. B. Rémeny 

Nota: contiene descripciones gráficas de violencia y tortura, leer bajo la propia discreción.

Riscos escarpados, un cielo nublado y árboles de gran envergadura y dudoso agarre que se aferraban a las paredes inclinadas a un lado del camino, sus ramas rozando el techo o el lateral del carruaje que se movía con lenta cautela.

El estrecho camino tenía pesada vegetación sostenida de la inclinada pared de roca caliza y del otro lado, amenazando con una dolorosa caída por el escarpado barranco.

La tarde apenas había comenzado a caer, pero la neblina ya había bajado de la montaña para dificultar la visión de cualquiera que transitara la zona.

El clima era inusualmente frío en esta sección del territorio, no solo por los vientos que viajaban desde el mar de occidente, sino por la humedad de los bosques que colindaban con el desierto ártico* más al sur, haciendo de la prefectura Meishan un gran lugar para cosechar plantas y flores especiales o criar animales exóticos, pero complicado de habitar para su reducida población.

Aquí, el invierno duraba todo el año.

Así que los pobladores habían optado por construir casas para sus familias en las zonas bajas de las montañas, pero viviendas provisionales donde dormían y descansaban solo por un par de noches en las épocas de cosecha o de cría de animales.

No era de extrañar entonces, que Lord Su fuera citado en una de estas cómunas provisionales y en estos meses, desérticas. Cosa que le venía bien, había pensado cuando leyó el mensaje dejado en su habitación, el día anterior; deshacerse del chantajista le sería más sencillo en un lugar discreto y aislado.

Así, sobre el asiento del conductor, los dos hombres que el ministro había contratado para llevarlo hasta la prefectura se estremecían en sus gruesas capas, tratando de aliviar un poco el frío del aire, maldiciendo el haber aceptado aún si la paga era buena. Dentro del carruaje, sin embargo, el exministro se divertía con la plática animada del prostituto que trajo del último poblado por el que habían pasado, poco dispuesto a renunciar a su frivolidad a pesar del motivo de su viaje.

De fino rostro, delicado cuerpo y sedosa piel, el joven sonreía y conversaba con animado descaro, sentado sobre el regazo de Su Min, quien más relajado de lo que había estado en semanas, acariciaba los suaves muslos del chico.

¿Quizá debería poner un negocio en este lugar?, había pensado el exministro cuando vio al grupo de jóvenes esperando cerca de una taberna, con bellas figuras y rostros delicados que usualmente solo encontrabas en burdeles de gran lujo.

Tanto potencial, decidió cuando invitó a su nuevo juguete al carruaje, no podía ser desperdiciado, él podría sacarle un buen provecho a esas ganancias.

Decidido y ya pensando en lo que necesitaría para controlar estos poblados aislados, siguió acariciando los pequeños pezones rozados del chico.

--- ¿Dice que el erudito se escapó? ¿Cómo podría resistirse? Seguro que estaría confundido --- decía el joven mientras le acercaba otro bocadillo que tenía un leve sabor a licor. Aquellos pequeños dulces eran tan famosos como caros, así que solo Su Min los estaba comiendo. El joven, sin embargo, no parecía preocuparse por su egoísmo y felizmente lo alimentaba con ellos, incluso abriendo un tanto más su túnica para facilitarle el acceso a las manos errantes del ministro --- alejar a alguien tan atractivo como usted sería imposible, estoy seguro.

El ministro comenzó a tocar entre las piernas del joven. Este chico era muy ruidoso pero su cuerpo cumplía con lo esperado. Una piel del color de la porcelana en cada parte descubierta, suave como fina seda y un leve sonrojo natural en el pecho y los hombros.

No podía esperar para romper este nuevo juguete.

--- Ese chico no tenía la fuerza, he sido yo quién le dejó ir.

--- ¿Y por qué sería eso?

Jaló del chico al montón de pieles y terciopelos que cubrían el suelo del carruaje, un reducido espacio entre el asiento y la pared que apenas permitía movimiento, pero que era cómodo gracias al grosor de las telas que impedían que el frío del clima pasara al interior de la cabina.

--- Porque una presa sabe mejor cuando se resiste.

El chico hizo un ruido ahogado por el golpe, desorientado por la brusquedad del trato. Satisfecho, Su Min se quitó la túnica exterior y abrió las piernas del joven, metiendo uno de sus dedos en la apretada entrada hasta el segundo nudillo, empujando sin importar la resistencia que ponía el estrecho canal.

Inmediatamente la delicada mano del chico le sostuvo de la muñeca, una sonrisa tensa cambiando sus rasgos a algo mucho más atrayente para el exministro.

--- Eso duele. --- un sonido ahogado cuando el empuje ganó fuerza --- Cariño, yo podría...

--- Ya lo dije --- el ministro sonrió ante el leve destello de miedo en los ojos claros del chico --- es mejor si hay resistencia.

--- Espere... --- otro quejido cuando un segundo dedo fue forzado dentro --- eso no es...

De la nada, el carruaje se agitó de una forma extraña, forzando al ministro a liberar al joven para poder sostenerse del asiento.

Una segunda y tercer sacudida lo hicieron golpear la madera del carruaje con el puño.

--- ¡¿No he dicho que conduzcan con lentitud?! --- el movimiento del carruaje cambió a algo que no pudo describir, pero le hizo sentir como si navegaran un mar embravecido en lugar de una desolada carretera --- ¿Serán estúpidos? ¿Por dónde... dónde..? ---Temeroso, llevó la mano a su boca, incapaz de sentir su lengua o sus labios. Aquel movimiento se repitió justo cuando una oleada de debilidad le hizo caer de costado contra el asiento. --- ¿Vqhé...?

Escuchar una risa le hizo mirar al joven quien aun se mantenía medio desnudo en el piso del carruaje, lleno de satisfacción donde antes había mostrado miedo.

Derrumbado entre la puerta del carruaje y el piso, Su Min vio al joven incorporarse un poco y volver a reír mientras abría un relicario* diminuto. Dentro, el ministro vio con horror un polvo rojizo con el que estaba muy familiarizado.

Fue entonces que comprendió que el carruaje no se estaba sacudiendo, sino que era su propio cuerpo el que estaba tan desorientado que hacía imposible el moverse de su posición.

Se estremeció, sus piernas y brazos sintiéndose como las de un ciervo recién nacido. Ya no podía ni siquiera articular las palabras correctamente.

--- Esszo...

--- Oh, veo que lo reconoce, aunque debo decir que esta es una mezcla especial --- el chico jugó con el relicario, sacando un poco de aquel polvo con la punta de su dedo y colocándolo con suaves golpes en su cuello, hombros y pecho descubierto. Zonas que el ministro había mordido y lamido antes. --- le agrega un lindo color a la piel, ¿no es así? Y a diferencia del maquillaje, tiene un segundo uso muy conveniente. --- su voz cambió a algo burlón --- Como hacer que alguien lo ingiera sin saberlo, al lamerlo de mi piel.

Acomodándose con mayor comodidad, el joven se estiró para tomar un bocadillo salado de la pequeña caja al costado del asiento, como si el jadeante y enfurecido anciano no estuviera a menos de medio metro de él.

Disfrutando el condimentado y lujoso sabor del salmón, el jengibre y el arroz, el chico extendió su pierna y con los dedos de su pie desnudo, jugó con la rodilla doblada del ministro, empujadola de un lado a otro como si disfrutara ver lo poco que el anciano podía hacer para evitarlo.

--- Verá --- continuó cuando pasó el bocado --- resulta que conocí a alguien muy interesante el mes anterior. --- tomó otro bocadillo, este con un toque de carne de cerdo y algunas verduras --- Un joven que se ocultó en mi armario, y debo decir, rompió varios de mis inciensos y cajas favoritas, incluso terminó cubierto por mi mezcla especial de sándalo y menta ¿puede creerlo? --- el joven soltó una risa llena de diversión por el recuerdo --- y debe ser un aroma que le gusta porque mientras se recuperaba, no dejaba de aferrarse a la tela que se impregnó con el perfume.

Se comió el bocadillo con un pequeño gemido de placer por el sabor, cuidadoso de solo usar su mano derecha y no aquella con la que había tocado el polvo del relicario. Al mismo tiempo, pateó al ministro cuando este hizo el intento de girarse, riendo cuando el anciano balbuceó algo antes de volver a su posición original.

--- Al inicio creí que se trataba de un noble que había ido al burdel por curiosidad, así que me aseguré de mostrarle un buen espectáculo cuando entré a la habitación con mi cliente, --- levantándose, se puso la túnica descartada del ministro para cubrir su casi desnudes y se sentó correctamente en el asiento--- ¿quién podría haber imaginado la realidad?

--- ¿Por... phor qyue..?

--- ¿Pregunta por qué estoy haciendo esto? --- el semblante del joven cambió a algo frío mientras tocaba la endurecida entrepierna del ministro y pisaba con cada vez más fuerza conforme hablaba --- Verá, ministro, para aquellos como yo que vivimos de usar nuestro cuerpo, existe una delgada línea entre lo correcto y lo excesivo, pero --- enfatizó golpeando con la planta de su pie, satisfecho cuando un quejido de dolor salió de los grasientos labios --- usar la "roja" en alguien y luego tratar de forzarlo, esta más allá de lo aceptable.

Quitó su pie y bebió un poco del brandy que el ministro había guardado en el compartimento bajo el asiento, suspirando feliz cuando el ardor bajo hasta su estómago.

--- El chico estuvo delirando por casi cuatro días antes de que lográramos limpiarlo*, y fue una suerte que tengamos experiencia con idiotas que piensan que pueden forzar a otros usando afrodisíacos, o ese chico habría muerto por una sobredosis. --- el joven tomó la caja de comida y eligió un poco de caballa* y alga, masticando con lentitud mientras el ministro temblaba por los escalofríos que la droga debía estar provocando --- ¿No se está divirtiendo? Le dije que era una mezcla especial lo que le di. Considérelo mi regalo por las heridas que le hizo al erudito.

Su Min parpadeó para tratar de enfocarse. Los efectos crecían con lentitud, si podía arreglárselas para fingir una debilidad mayor a la que sentía, mataría a este prostituto que hablaba sin parar del fallecido erudito. Su mente confundida sabía que eran palabras importantes, pero solo alcanzaba a recoger detalles aquí y allá mientras la droga seguía haciendo estragos en su cuerpo.

Con un sonido lastimero y escurriendo saliva de entre sus entumecidos labios, miró al mocoso mientras esperaba.

El chico de inclinó para limpiar sus manos en la ropa del ministro sin importarle el gruñido ofendido de este, antes de enderezarse y dejar la caja vacía a un lado.

Satisfecho, abrió un poco la cortina y acomodó su cabello en una coleta que caía sobre uno de sus hombros antes de asomarse al exterior. Habló mientras regresaba su atención al ministro.

--- Yo fui quien le cuidó durante esos días, ¿sabe? --- decía el joven, con la mirada perdida en algún punto aleatorio frente a él. No se resistió cuando el ministro se levantó abruptamente y se abalanzó en su contra, con las débiles manos rodeando su delgado cuello sin lograr nada. El chico pudo seguir hablando sin dificultad alguna --- fui quien puso el ungüento en las heridas abiertas y quien vendó la marca amoratada en su muñeca, también fui quien convenció al jefe de ocultarlo de los matones que lo buscaban. Supe lo que le había ocurrido con solo ver las marcas de dientes y la desconfianza en sus ojos mientras lo ayudábamos.

El chico se recostó contra el asiento mientras aquellas manos temblaban en su esfuerzo por asfixiarlo, aunque lo único que conseguían era aburrirlo.

--- Así que me presté voluntario para buscar al bastardo que lo hirió y trató de forzarlo.

--- Maldvito...

El rostro del joven se oscureció con una profunda ira que solo lo hizo lucir más hermoso, como una flor venenosa que extendía sus pétalos con cruel propósito.

--- Y ahora soy yo quien lo entrega a sus verdugos.

La puerta de carruaje se abrió con un brusco tirón.

El ministro apenas pudo comprender que se habían detenido, antes de que unas manos ásperas lo tomaran de los brazos y cintura, jalándolo con una fuerza tremenda que lo hizo salir del carruaje y caer al frío suelo húmedo en un golpe seco y doloroso.

Desorientado, escupió el barro que había entrado a su boca y trató de mirar a su alrededor, pero algo pesado cayó sobre él, forzando sus brazos contra su espalda. Sinsentidos salían de su boca todavía medio paralizada cuando comprendió que lo estaban atando.

¡¿Quién se atrevía a tratarlo así?! ¡¿Qué acaso no sabían quién era?!

Un golpe en su mandíbula y otro en sus costillas le obligaron a quedarse quieto mientras seguían sometiéndolo y jalándolo como si se tratara de un muñeco sin articulaciones. Forcejeando inútilmente, vio al prostituto bajar del carruaje; jactante y sonriendo a una mujer de ropa vistosa que le esperaba a un lado de la puerta.

Como si hubiera sabido que llegarían justo ahí...

Había sido engañado, comprendió Su Min, ese bastardo, la mujer y quienes le sostenían debían estar coludidos.

--- ¡¿Cbkomo sbhe athbren?! --- grito furioso, o lo intentó --- ¡Ngoh sahben ckon qkienfr snre enffrentam!

--- ¡Oh, por todos los cielos! --- exclamó la mujer mientras el prostituto se tapaba los oídos con un gesto exagerado --- ¿podrían hacer algo? ¡juro que no entiendo nada de lo que dice!

Los hombres golpearon al Lord hasta que sus gritos pasaron a balbuceantes insultos.

--- No es gran pérdida, dulce, --- aseguró el joven cuando el ruido disminuyó--- te puedo asegurar que nada de lo que dice vale la pena.

Estando de acuerdo, la mujer miró a su compañero, ocultando su preocupación con reproche.

--- Han tardado.

El joven prostituto, Li FenHua, terminó de cerrarse su ropa antes de ponerse la túnica exterior del ministro sobre los hombros, como si se tratara de una lujosa capa.

¿Y quién podía culparlo? la tela era de gran calidad y aquí hacía frío.

--- Bueno, --- respondió con un puchero coqueto --- una dama como yo debe tomarse su tiempo cuando trata con un anciano. En especial cuando lo único que tiene para ofrecer son palabras burdas y mentiras tontas.

La mujer miró al hombre que ahora, bien atado, era puesto en pie por los dos mineros a quienes convencieron de ayudar y que debieron sostener al ministro cuando fue obvio que era incapaz de mantener el equilibrio.

Levantó una ceja cuando notó el sonrojo en el sucio rostro y los temblores en las atadas extremidades.

Sospechando, miró a Li-Li, quien a su vez, limpiaba un diminuto relicario que no le había visto antes.

--- ¿Lo drogaste? --- preguntó ya segura de cuál sería la respuesta.

--- Bueno --- respondió un inocente Li-Li --- el sanador dijo que para probar la medicina necesitaba un voluntario que tomara "roja"... y yo acabo de encontrar a uno. --- un infantil aletear de pestañas le hizo imposible a la mujer seguir conteniendo la risa.

--- El viaje debió ser horrible.

--- Te-rri-ble, lo juro.

Orgulloso de su logro al traer al ministro hasta Meishan, Li-Li puso al día a su compañera mientras seguían a los mineros que arrastraban a un balbuceante ministro.

Lleno de neblina y cerca de la época de festividades, el lugar debió de estar desprovisto de gente alguna. Sin embargo, podían notarse las luces encendiéndose en el interior de algunos edificios y las cortinas siendo movidas con discreción para mirar al exterior.

Inconsciente de las docenas de miradas que los seguían y que no se supone que debieran estar ahí, Su Min siguió resistiéndose, pero su fuerza era ridículamente nula mientras era llevado a través de la calle principal.

Este era un pueblo pequeño, así que solo contaba con una única plaza que no era más que un terreno vacío con un único poste en el centro, normalmente usado para colgar carpas y luces durante la época de lluvias y jornadas nocturnas.

Mismo al que ataron la cintura del ministro para mantenerlo quieto mientras los mineros iban por algunos materiales extra.

Ultrajado y más allá de toda ira posible, Su Min vio a los prostitutos irse en dirección a una enorme y anónima silueta que no había visto antes.

Una a la que dejó de prestar atención cuando, vistiendo un abrigo demasiado grande para su estatura y con gastadas botas que lo protegían del helado suelo, un joven delicado se acercó titubeante hasta estar en frente de él.

Su Min miró a su alrededor, como si así pudiera encontrar la respuesta al porqué el erudito XiaTian WenNing, quien según los matones a los que pagó, había muerto de forma dolorosa y definitiva, estaba muy vivo y extendiéndole un cuenco lleno de un oscuro líquido.

--- Es el ant-tidoto --- murmuró el otro sin sostenerle la mirada, pero haciendo el gesto de acercar el líquido a su rostro --- se s-sentirá mejor sí...

--- Mlavito basatandfo... --- el ministro vio al chico retroceder dos pasos. Deseoso de intimidarlo y recuperar una mínima noción de control, volvió a vociferar --- ¡debvgí joderfne cuaavndo pudhe! ¡Malldhita zhora que sofo sirvvsbfeen parfjvja follfgjar!

Fue entonces que la silueta se acercó. Su Min lo fulminó con la mirada pero eso no pareció intimidar al otro. Con sus enormes manos tomó el cuenco y forzó el líquido por la garganta del Lord, poco interesado en ensuciarse mientras tapaba la boca y nariz del noble hasta que este tragó el contenido.

El otrora general fantasma que ahora era solo un joven pequeño y tímido, agradeció con un gesto, retrocediendo un poco más para permitirles continuar a los mineros que regresaban con varias cuerdas y dos maderos del ancho de un brazo, tan largos que casi abarcaban su estatura al completo.

Tosiendo y sufriendo arcadas por el amargo brebaje, las extremidades del ministro fueron de nuevo forzadas contra su voluntad. Blasfemó entre toses cuando comenzaron a cortar su ropa a tiras para que los amarres fueran más efectivos.

--- Ahora sí parece un cerdo.

--- Uno muy gordo y feo.

Las risas parecían discordantes en el sombrío escenario.

La silueta negó con un gesto, ya algo acostumbrado al excéntrico comportamiento de aquel par. Cruzando sus brazos, miró al pequeño joven que trataba de medir el pulso del exministro sin conseguirlo del todo, su corazón enternecido por aquellos delicados rasgos.

Alejado de sus deberes desde que rescató al erudito XiaTian WenNing, Luo Shen se había asegurado de mantener al frágil erudito alejado de toda persona de la corte, tal y cómo el joven amo le instruyó. Claro que en el camino, descubrió que el joven sanador tenía un corazón tan grande como generoso, su dulzura calentando su propio corazón como nada más pudo antes.

Cuando confesó su deseo de permanecer junto al erudito bajo el pretexto de protegerlo, el joven amo solo había enviado una escueta carta con dos líneas: espera instrucciones. Mantenlo oculto.

Y eso hizo, extasiado de poder quedarse junto al joven.

Jamás en su vida había creído que podía vivir tan tranquilo en medio de la nada, no decir que sería correspondido por un noble que no debería siquiera mirarlo. Vivían bien gracias a los ingresos que obtenían de trabajar en las aldeas, WenNing como un médico con un nombre falso y Luo Shen arreglando cualquier edificio o puente que se requiriera. Eran apreciados por los lugareños y aun sin pedirlo, ellos habían mantenido su anonimato cuando alguien llegaba preguntando por información.

Cuando llegó el pintoresco grupo de prostitutos, dos mujeres y tres hombres, con una carta del joven amo, Luo Shen les llevó hasta su cabaña y escuchó las órdenes que el joven amo había enviado con ellos.

Así, las últimas dos semanas Wen Ning había estado ocupado trabajando en un antídoto funcional contra la "Dalia Roja" o roja, como era llamada en los bajos mundos, un afrodisíaco peligroso que había tomado la vida de varias personas que lo habían ingerido.

El único problema había sido encontrar a alguien que tomara el afrodisíaco por voluntad propia para poder probar el antídoto.

¿Quién diría que gracias a Li FenHua, encontrarían al mejor sujeto de pruebas?

WenNing le había administrado a Su Min el antídoto en cuanto escuchó a joven Li mencionar el uso de la droga. No porque comprendiera la forma de pensar de quien había orquestado todo, sino por el simple y natural deseo de procurar a otros.

Y fue por esa razón que Luo Shen se acercó en cuanto WenNing le hizo una pequeña señal.

--- ¿Funciona?

El erudito se mostró contento.

Los componentes del antídoto no eran peligrosos, ni siquiera discernibles si lo tomabas, así que WenNing había tenido que usar plantas y dosis muy reducidas para probarlo, dificultando saber su nivel de efectividad. Ver que funcionaba en alguien que había tomado una dosis mayor era gratificante después de todo su esfuerzo.

--- L-llo hace, mmucho mejor de lo que c-creí y más ráppido tambbién. --- aseguró, señalando las piernas más estables de Lord Su... y su mayor hostilidad al tratar de golpear a uno de los mineros.

--- ¿Cuál es su estado?

--- Debbería de estar l-lucido en poco tiempo.

Esas eran grandes noticias... pero no para su sanador. Era momento de que Luo Shen cumpliera con las órdenes dadas.

--- Tal vez --- comenzó, dudoso de cuánto decir --- deberías volver a casa.

A la pequeña cabaña que habían rentado con el dinero que el joven amo había enviado y que según las instrucciones del mismo, habían remodelado para asegurar discreción.

Una lo bastante lejana de este lugar.

--- Ppero...

--- Dejé el caballo en aquel edificio --- le interrumpió con voz suave y acompañando el gesto con una sonrisa que esperaba ayudara a tranquilizar al erudito --- deberías poder verlo si caminas un poco en esa dirección.

Hubo una larga pausa, antes de que el pequeño hombre asintiera, sus enormes ojos llenos de entendimiento.

Luo Shen tocó la suave mejilla.

WenNing tenía una inteligencia enorme, sabía que esta noche llegaría a casa con las manos manchadas de sangre. Pero en lugar de recriminarle, solo le tocó el pecho en un dulce gesto.

--- Mantente a s-salvo.

Luo Shen mantuvo cerca de sí las palabras de WenNing mientras lo veía partir, respirando tranquilo solo cuando el sonido de los cascos del caballo se alejaron lo suficiente.

Él, como fiel sirviente del joven amo Shao, había tenido dos tareas que cumplir:

Primero, recibir al éxodo de personas que habían llegado a la aldea desde diferentes partes del territorio, algunos incluso desde el imperio Yun y su lejana capital y que ahora, salieron de los edificios y casas como sombras atraídas por el movimiento, guiados hasta la plaza por los insultos y gritos del ministro.

Luo Shen sacó tres monedas y le pagó a los mineros, dejándoles llevarse las joyas que había portado el ministro al llegar y que habían quitado mientas lo ataban. Se alejaron en dirección a la taberna con solo unos sonidos de satisfacción, sin importarles qué habían hecho o a quién. Esa cantidad de dinero era suficiente para hacerles ciegos a lo que ocurriría y mudos a quien preguntara.

--- Es él.

--- Imposible.

--- ¿De verdad esta atado?

Los crecientes murmullos de la multitud hicieron eco mientras rodeaban el poste, donde un confundido ministro, por fin, guardó silencio.

No sabía qué estaba ocurriendo así que tampoco sabía qué decir o a quién insultar. Así que solo pudo mirar al alto hombre que dio un paso al frente y lo señaló.

--- ¡Aquí está lo prometido! --- dijo Luo Shen a viva voz. Los rostros alrededor iban desde jóvenes hasta ancianos, cuidados y pálidos* o descuidados y bronceados, pero todos, todos, tenían una única cosa en común: el odio que relucía en sus ojos. --- ¡El antiguo primer ministro y Lord de la octava cancillería... el causante de todo su dolor y sufrimiento! --- Luo Shen observó con igual atención a cada rostro, algunos con relucientes lágrimas bajando por sus pómulos, otros enrojecidos por una ira creciente. --- Sin guardias que lo protejan, totalmente a su merced.

Sintió cada una de esas lágrimas golpear en su corazón y dolió por ellos.

Tantas víctimas de este hombre, tantas personas cuyas vidas se vieron destruidas y deformadas en un sin fin de sufrimiento innecesario. Cuando escucharon las órdenes del joven amo Shao, Luo Shen y WenNing habían discutido... hasta que estas personas habían llegado a la aldea, con amargas anécdotas o tristes memorias rotas que le hicieron guardar silencio.

A ambos.

<<Ellos han suffrido por nin-ningún motivo>> había susurrado el erudito, consternado por el nivel de crueldad del ministro. Había escuchado rumores y su padre le advirtió el mantenerse lejos, eso sin embargo, no había logrado dimensionar la realidad del riesgo que este hombre había representado.

Y era ahí donde la segunda tarea de Luo Shen entraba en vigor: traer justicia para estas personas.

Luo Shen cumpliría, no solo por lealtad, sino porque era lo único que podía hacer por ellos. Por otro lado, el noble corazón de WenNing comprendía lo que motivaba a esta gente, si bien no compartía el deseo de venganza.

<< Mi ssilencio me hará ta-tan culpable como a ellos. Ppero cargar con ello es ttodo lo que puedo hacer para ayudar. >>

Porque a veces, sabía en lo más profundo de sí mismo, renunciar a tu moral o principios era la única forma de detener a un monstruo.

Monstruo que ahora, con sus brazos atados a su espalda y estirados a lo largo de uno de los maderos, movía la cabeza tanto como podía para mirar a la gente salida de ningún lado, pero con sus pies sostenidos por un segundo madero, le era imposible ver más que un poco a cada lado.

Su Min creyó reconocer a uno o dos pero su memoria no tenía interés en ninguna de sus víctimas.

Una vez roto un juguete, este era olvidado a los pocos días.

Aquellos a quienes chantajeó no tenían más suerte, para el antes ministro, ellos eran solo nombres y números que enriquecían sus arcas y aumentaba su oro. Sin rostro o identidad real.

No hasta ahora.

--- Malditos imbéciles --- el ministro se resistió, pero las ataduras estaban tan apretadas que lo único que logró fue clavarlas más a su piel. A pesar de ello, alzó más la voz tras notar como varios palidecían o retrocedían un par de pasos al escucharlo. --- ¿De verdad creen esta tontería? ¿Que estoy indefenso? --- Puede que Su Min no supiera quienes eran, pero la hostilidad en sus rostros le dejó en claro que no eran aliados de ningún tipo --- ¡¿Creen que no habrá consecuencia?! ¡Saben de lo que soy capaz, nadie aquí saldrá indemne de esto! ¡No son nada contra mí!

Furioso por el descaro que el Lord mostraba a pesar de su situación, Luo Shen arrojó agua helada a la tambaleante figura, interrumpiendo lo que sea que este fuera a decir después.

El anciano hombre jadeó por la impresión, la fría temperatura ayudándolo a desaparecer los últimos efectos de la droga. Los bajos murmullos y exclamaciones de aprobación acompañaron el sonido del agua goteando.

Cuando lo habían atado, los mineros habían quitado el calzado y cortado la ropa de Su Min hasta dejar el torso desnudo, así que los pantalones absorbieron parte de la humedad del agua, la piel de su pecho, por su parte, enrojeció por el golpe de los pequeños cristales de hielo que esta había contenido.

Nada sorprendente dado el clima que imperaba en este sitio.

Temblando por el frío que rápidamente subía por sus extremidades, quiso insultar al hombre que se ocultaba debajo de la gruesa capa, sin embargo, se detuvo al ver que este ya sostenía un segundo balde.

--- Ya puede dejar de ganar tiempo --- le advirtió Luo Shen, haciendo un gesto para que nadie se acercara. Aún no era el momento. --- los asesinos que contrató están muertos desde hace varias horas atrás.

Su Min tartamudeó ante algo que no esperaba.

Había enviado dos grupos enteros de mercenarios a la aldea para acabar con el imbécil que lo estaba chantajeando. Pensó que estas personas eran solo espectadores, no quien lo orquestó, así que no se había preguntado porqué estaban aquí o dónde estarían los mercenarios.

¿Se había equivocado? ¿De verdad aquellos imbéciles no estaba buscando al culpable de chantajearlo sino que habían muerto?

--- No hay más que un acceso al poblado. --- explicó Luo Shen ante el claro escepticismo del ministro --- Es fácil acabar con una docena de asesinos cuando estos solo pueden pasar de uno en uno por el estrecho camino. --- y para probarlo, arrojó un pesado saco lleno de monedas que Su Min reconoció.

Aquel había sido parte del pago que les dio a esos inútiles bastardos.

Su Min balbuceó algo, el rojo en su piel, causado por la quemadura del aire frío y el agua semicongelada, aumentó cuando su mal carácter estalló.

--- ¡Eso es irrelevante! Olvidan quien soy, ¿creen que no notarán mi ausencia? --- se burló con un sonido bajo cuando algunos trataron de acercarse, deseosos de agredirlo, pero fueron detenidos por un segundo gesto del hombre frente a él. Al parecer estos eran perros con correa, pensó, unos que obedecían al hombre anónimo. "convéncelo a él de soltarte y el resto lo seguirá". --- Dejé un mensaje, --- mintió con descaro --- los soldados de su majestad partirán en mi búsqueda en solo unas horas si no regreso a la capital de inmediato.

Su Min sonrió cuando varios de los presentes dudaron, el miedo haciéndolos dudar de continuar.

Ellos no habían olvidado el poder que ostentaba, sabían que no debían tocar a un noble bajo la protección del emperador. Confiado ahora que parecía estar a poco de liberarse, miró al hombre... quien en lugar de parecer intimidado, sostenía el pergamino con el resto de sus registros.

--- Entregaremos esto en cuanto lleguen.

Su Min tragó saliva, nervioso a pesar de no mostrarlo, negándose a ceder la ventaja que había obtenido. Debía poner como prioridad primero el liberarse y regresar a su residencia, después pensaría en cómo descubrir la identidad de esta persona y destruirlo antes de que entregaran los registros.

--- Ya me liberaron una vez. --- miró a la multitud con una sonrisa, burlón y descarado --- Volverán a hacerlo. La mitad de la corte imperial me pertenece, no importa el crimen que cometa, seré absuelto --- hizo una mueca de desprecio hacia el líder --- y también puedo hacer que los arresten a todos por esto ¡puedo hacer que los cuelguen por su osadía, quitarles la oportunidad de un juicio!

--- Tiene razón, --- dijo un joven en voz baja, pero que atrajo la atención de todos al hacer eco del temor que trataban de ocultar --- destruyó la granja de mi padre después de intentar acusarlo ante su majestad.

--- Es cierto --- esta vez, fue una anciana que se sostenía de su sobrino para poder caminar erguida --- nadie escuchó a mi querido hijo cuando acusó al ministro de llevarse a su esposa. Los guardias de la provincia solo fueron a nuestra puerta para entregarnos el cadaver.

--- Nadie hará nada.

--- Si vienen los guardias nos llevarán a prisión.

--- ¡Esto es una tontería!

--- ¡Les dije que era un engaño!

Luo Shen trataba de tranquilizar al cada vez más agitado grupo, pero por cada persona que lograba calmar, tres más se alteraban y arremetían.

Todo parecía perdido cuando un breve silbido, como el respirar del viento, hizo a todos callar o soltar exclamaciones ahogadas.

--- ¡¿Que demonios?!

El terror en la voz del ministro hizo a todos mirar la delgada flecha que aun vibraba por la fuerza con que se había clavado en la madera. Muy cerca del oído del ministro, el proyectil tenía brillantes plumas con los colores de la familia imperial.

¡Estas eran las flechas que solo los guardias imperiales usaban!

Y no cualquier tipo de guardia.

Al fondo, la gente se separó para darle paso a la delgada silueta que se acercaba desde un lateral. La belleza de su armadura estaba parcialmente oculta por la tela que cubría la cabeza y rostro, pero el arco de fina talla y la pálida filigrana plateada hicieron a todos estremecer.

No había nadie en el imperio que no reconociera las oscuras ropas de un ejecutor cuando las veía.

El soldado se acercó con tranquila y silenciosa calma, el emblema bordado en la espada de su capa atemorizando y tranquilizando a todos por igual, acallando la aprehensión que el ministro había desatado con tanta facilidad.

Era imposible que les hubieran mentido, pensaron, de ninguna manera un verdugo de la corte habría llegado si les hubieran engañado.

--- Esto, ministro --- dijo Luo Shen, aprovechando el silencio que había caído con la llegada del ejecutor --- no es lo que usted cree.

Luo Shen lo abrió, dejando que el ministro pudiera ver su contenido.

--- Este es el pergamino que todos aquí han firmado, --- Luo Shen se acercó para sacar la flecha incrustada, mostrándola a todos para dar fuerza a sus palabras --- uno donde aseguran que fueron testigos de cómo un ejecutor acabó con su vida. --- entonces regresó su atención a la multitud --- ¡No importa si algún soldado o el mismo emperador viene aquí, nadie podrá culparlos! ¡No cuando es esta persona quién se encargará de tomar toda responsabilidad!

--- Idiota --- Su Min trató de girarse y ver lo que sea que todos observaban a su espalda, pero los maderos le hicieron imposible la tarea. --- Dices tonterías, ningún ejecutor vendría sin una orden imperial. Ellos...

Su voz se apagó con un sonido gutural cuando vio el oscuro uniforme del verdugo aparecer desde su costado y colocarse un paso detrás del hombre que dirigía todo. Balbuceando, Su Min tembló cuando pudo vislumbrar la pesada placa de oro que colgaba del cinturón y que lo señalaban como uno de los ejecutores del palacio.

¿Cómo?

¿Cómo estas personas habían logrado tal hazaña?

¡Era imposible que un verdugo de la corte estuviera aquí!

--- Es imposible --- logró articular --- es un traidor, debe ser uno...

--- Lo es, Lord Su --- afirmó Luo Shen --- uno que esta actuando sin las órdenes de su majestad --- Su Min se estremeció cuando el hombre le entregó el pergamino al ejecutor --- pero hizo enojar a mucha gente, entre ellos a un soldado al que no le importa ser acusado de traición a cambio de obtener venganza. El mismo que se hace responsable de lo que ocurra aquí.

La multitud se agitó cuando vieron al verdugo sacar su sello y firmar el pergamino. Uno de los presentes lo tomó y comenzó a pasarlo al resto, leyendo en voz alta para aquellos que no sabían. Así, cada uno pudo ver la oscura tinta sobre el pequeño escrito donde el soldado se hacía responsable del secuestro y heridas del ministro.

Esperaron en silencio, pero nada más ocurrió. No salieron más soldados para arrestarlos por retener al ministro. No tembló la tierra ni apareció algún espíritu para maldecirles.

Durante el último mes, un noble se había acercado, convenciéndoles de que si iban a Meishan, encontrarían al ministro Su Min y que podrían hacer con él lo que desearan. Muchos habían ido solo por curiosidad, otros fueron convencidos por la promesa y algunos más porque la venganza era lo único a lo que tenían para aferrarse, así que creerían a cualquiera que les prometiera lo que deseaban.

Pero fue solo ahora, cuando lo prometido estaba ocurriendo frente a ellos, que comprendieron que no había sido una promesa vacía.

Que ellos tendrían su venganza.

La agitación se volvió palpable, como una marea que se agita en sus profundidades y golpea contra la costa.

El ministro estaba solo contra todos ellos. Solo y vulnerable.

La sed de sangre llenó a cada uno de los presentes, las voces cambiaron a algo más oscuro y lleno de rabia, incluso algunas risas rasposas y bajas pudieron escucharse.

--- Será uno a la vez --- les recordó Luo Shen cuando notó como la gente se inquietaba --- un corte, una persona.

---¡¿Corte?! ¡¿Qué demonios estan planeando, ustedes grupo de idiotas?!

Luo Shen esperó, pero nadie parecía estar seguro de dar el primer paso. No por temor, como un momento atrás, sino por la incredulidad y el ansia que les hacía sentir confundidos.

Fue una joven, apenas salida de la mayoría de edad, quien se acercó hasta ellos, sus ojos anegados en lágrimas y su rostro contraído por una ira que todos los presentes comprendían y emulaban. Tambaleaba un poco, presa de la intensidad de sus emociones, pero siguió hasta estar frente al ejecutor.

--- Y-yo lo haré --- murmuró la chica, quien tembló pero todavía tomó el afilado cuchillo que el verdugo le extendió.

--- ¿Quien demonios eres? --- Su Min pegó su espada al helado poste, usando sus pies para empujarse. Su irracional acción delatando lo que su instinto ya había comprendido cuando vio el brillo de la pequeña navaja en las delgadas manos --- ¿qué crees que haces, maldita niña? ¡Aléjate de una buena vez! ¡Hazlo o juro que te mataré a ti y a toda tu fam... sdfs... mnmnb...

El verdugo había puesto una mordaza para acallar al ministro, el endurecido cuero y la resistente lana, entretejidos hasta obtener una firme y dolorosa sujeción.

Terminada su tarea, se colocó a un costado del Lord y esperó hasta que la chica estuvo a su lado.

--- Solo un corte. Aquí o en esta zona --- instruyó el verdugo con fría eficiencia.

La chica miró a la oscura silueta antes de hacer otro gesto afirmativo. Entonces miró los regordetes dedos de los pies del ministro y recordó las cicatrices en sus propios tobillos, las marcas que jamás desaparecieron luego de ser atada por horas en la barra de una taberna, a merced del ministro y de cualquiera que deseara acercarse.

Con los recuerdos tan frescos como hace cuatro años, cuando el traumático evento había ocurrido, se dejó caer al piso y puso la brillante punta de la navaja contra uno de los dedos.

Entonces dudó.

No estaba en su naturaleza lastimar a otros, por muy justificable que fuera... pero le había hecho tanto daño.

Sollozó, la violencia del evento aun grabada en su cuerpo y su mente.

Ahora llorando desconsolada, alzó el rostro hasta aquella regordeta cara, la misma que la había perseguido en innumerables pesadillas desde entonces.

--- Será más... será más rápido --- dijo con voz temblorosa, haciendo presión hasta que una redonda gota de sangre surgió, el rostro del ministro enrojeciendo, sus ojos desorbitándose y las gruesas venas marcándose en el cuello y frente del mismo --- s-será más rápido si no te resistes. --- dijo, repitiendo lo mismo que este cuando la forzó debajo suyo.

Cerrando los ojos con fuerza, deslizó la navaja hacia un lado con gran velocidad.

El sonido ahogado de dolor le hizo sentir náuseas, sus piernas débiles e incapaces de levantarla.

--- Eso es, cielo --- su madre, quien la había curado después de lo que el ministro le hizo, acunaba sus hombros y la sostenía mientras el llanto la sacudía --- lo haz hecho bien --- sintió como era alzada --- míralo, cielo, abre tus hermosos ojos y míralo.

Obedeció, pero aun se negó a bajar la mirada a donde su cuchillo había estado antes, prefiriendo mirar aquel rostro retorcido por la ira pero amordazado. Verle incapaz de insultarla o gritar le hizo sentir algo en su interior, algo a lo que no pudo poner nombre pero que pareció apaciguar el miedo que el ministro le inspiraba.

--- Él ya no puede hacerte nada, tu eres más fuerte ahora --- su madre le dio un beso en la sien --- ya no hay nada que temer. --- se dejó acunar por un toque al que no pudo recurrir mientras el ataque había estado fresco, asqueada de hasta su propia familia.

Este hombre casi le había quitado el abrazo de su propia madre, recordó furiosa.

Cubierta por los cálidos brazos que solo le habían dado amor, la chica levantó la mano y abofeteó al ministro. Los vítores y las voces por fin se alzaron, la valentía de la chica y la falta de una consecuencia, estaban devolviéndole a la multitud un espíritu que este hombre les había arrebatado.

Aun los más acobardados mostraron su apoyo en algún grado.

--- ¡Él ya no tiene poder! --- la madre de la chica alzó la voz, llevando a su hija con su hermano, quien la tomó en brazos y le dio el consuelo que su niña se había negado a recibir antes --- ¡Este hombre nos quitó nuestra dignidad, nuestros hogares y a nuestras familias! ---Tomando su propio cuchillo, un viejo utensilio de cocina, lo alzó como un símbolo --- ¡Es hora de que pague por su crimen!

La ruidosa multitud gritó en respuesta, ahogando los quejidos y protestas del ministro.

Con la respiración agitada, la mujer se acercó al ministro, sus ojos como gemas que ardían en ira y una mano firme que acercó el cuchillo al envejecido rostro.

--- Usted lastimó a mi niña y nos dejó sin un hogar --- inclinándose, puso su propia arma cerca del lugar donde el corte que su hija había hecho, sangraba levemente. Su hermosa niña apenas había rasgado la piel, pero ella, ella no era tan amable --- así que yo tomaré su vida a cambio.

--- Debería cortar entre los dedos --- habló el verdugo antes de que la mujer cortara, señalando con su mano --- el dolor será intenso y evitará que pierda demasiada sangre.

--- ¿Y por qué debería hacerlo?

La voz del verdugo no cambió, pero a la mujer le dio la impresión de que sonreía.

--- Por que nadie aquí quiere que este hombre muera pronto.

Su Min gritó a pesar de la mordaza. Si eran insultos o solo una reacción al dolor, no lo sabía ni siquiera él mismo.

Miró a la mujer y a su hija, tratando de grabar sus rostros en su memoria mientras, después de fulminarlo con la mirada, se fueron entre palmadas y felicitaciones de varios de la multitud.

Se vengaría de ellas, se dijo, las mataría tan lentamente que rogarían por ello.

Gritó cuando sintió el frió metal atravesar la piel de sus muñecas, no en la zona interna sino cerca del dorso, donde no sangraba lo suficiente pero ardía como un hierro al rojo vivo. Jaló de sus ataduras e insultó detrás de la mordaza al imbécil que lo había cortado.

--- Esto es por mi padre --- dijo el hombre, quien incluso tuvo el descaro de limpiar la sangre de la navaja en los pantalones del ministro --- se quitó la vida cuando no pudo pagar la deuda que usted inventó. --- un golpe en su estómago que no fue tan doloroso como insultante --- ¡Estaba enfermo y aun así, usted le quitó cada moneda que tenía!

--- Suficiente.

El enorme hombre detuvo al otro cuando este quiso golpearle de nuevo, murmurando algo que pareció convencerlo de alejarse.

Esas mujeres no serían las únicas, se dijo Su Min, ni tampoco aquel hombre.

Grabó detalle a detalle cada rostro, cada persona y cada tono de voz. Se aseguró de memorizarlos para saber contra quienes tomaría su pago por esta humillación. Al anciano que lo cortó cerca del codo; al niño que le arrojó una piedra al rostro; a la mujer que le pidió al verdugo cortarlo en las manos... y al bastardo que lo pateó en la entrepierna.

Gimió con la náusea subiendo cuando el terrible dolor en su miembro subió todo el camino hasta su cráneo, el golpe haciéndole perder el aliento.

¡El era un ministro, un funcionario de la corte, ellos no eran nada comparado a él! ¡No tenían el derecho a humillarlo así!

Los insultos, las piedras arrojadas cada cierto tiempo, incluso algunas risas. Su Min hervía de ira, el vapor generado por su intensa rabia se transformaba en fino vapor al entrar en contacto con el frío aire. El sudor bajaba por sus sienes y la saliva escurría de la mordaza, las venas estaban tan marcadas que casi parecían buscar su camino fuera de la piel y su antes impoluto peinado era ahora un desastre de hilos encanecidos.

Este no era en absoluto el arrogante noble que creía que el mundo le debía obediencia. Ni siquiera el tirano que había tratado a tanta gente como objetos de placer y diversión.

Aun quienes ya habían tomado su turno, se quedaron a mirar aquel cuadro patético... pero no era suficiente, no cuando a pesar de su estado sometido, el anciano todavía se mostraba altanero y agresivo.

Era el momento de ir al siguiente nivel, aquel donde los insultos o la indignación dejaban de ser suficientes.

La línea fue cruzada por un hombre joven, un noble de hermoso rostro y refinada voz, que se acercó hasta el verdugo, negando con la cabeza cuando este le extendió la navaja.

--- Soy incapaz de ello --- admitió con derrota.

--- No necesitas serlo --- le tranquilizó Luo Shen y señaló al ministro con su mano --- solo dilo y nosotros nos encargaremos.

La atormentada mirada se llenó de sombras y un cristalino reflejo, que pronto cayó por sus mejillas. El noble apretó la mandíbula tratando de contenerse, pero el terror y el odio lo desbordaban como nada.

Vio al hombre que había inculpado a su madre de adulterio y acusado a su padre de traición. Su familia completa había sido exiliada y despojada de sus títulos, relegados a vivir en los poblados lejanos de la capital. Recordó el rostro de su querida prima cuando su prometido la dejó, a su hermano mayor con las manos heridas después de trabajar hasta el anochecer y poder llevar algo de comida a sus mesas... o él mismo, robando las joyas de su fallecida madre para comprar las medicinas que necesitaba, su cuerpo nacido frágil y débil.

Todo.

Toda esa misera mientras este hombre se apropiaba de la que fue la casa familiar y la llenaba de prostitutas y drogadictos.

Volvió a mirar a la silenciosa silueta antes de tomar un profundo aliento. Había esperado por esto demasiado para detenerse ahora.

Podía dar la orden.

Había sido un noble después de todo, dar órdenes era algo que podía hacer.

--- Quiero que lo cortes en el pecho, --- dijo con voz rasposa --- hazlo muy, muy lento y que duela... --- se quedó callado, antes de mirar al ministro --- y quita la mordaza, quiero escucharlo gritar.

Su Min se resistió cuando el verdugo avanzó hasta él, agitando la cabeza cuando la mordaza comenzó a aflojarse.

--- Te pagaré --- fue lo primero que graznó cuando la tela cayó a su cuello --- Te daré la cantidad que quieras.

--- ¡¿Cómo se atreve?! --- un grupo había escuchado su intento de soborno --- ¡¿Pagarle?!

--- ¡No es tuyo!

--- ¡Es un maldito ladrón!

--- ¡Ese dinero era nuestro!

--- Esos idiotas --- Ignorando el ensordecedor tumulto, Su Min trató de mirar al verdugo que ahora se colocaba frente a él, la navaja firme en su mano. --- Escucha, tengo mucho dinero, más del que puedas gastar en toda una vida. --- el verdugo se quedó quieto, parecía estar escuchando. Bien. --- Si me liberas, será tuyo, todo lo que...

Azules.

La expresión de Su Min cambió a uno de absoluta incredulidad cuando pudo ver un par de profundos ojos azules entre la careta metálica del uniforme imperial.

Un par de ojos que había visto lo bastante de cerca para reconocer donde fuera.

Baja, rasposa, llena de un frenesí que nadie entendió. La multitud miró al ministro comenzar a reír, los ojos abiertos al máximo mientras la boca salpicaba saliva. La risa creció y creció, pero nadie pudo entender por qué del cambio.

Los ojos del verdugo, por otro lado, se entornaron, su postura cambiando.

Todavía entre risas, el ministro habló a la multitud.

--- Los estan engañando --- decía --- a todos ustedes, grupo de idiotas, les estan mintiendo y ustedes les creyeron --- triunfal, el ministro señaló con la barbilla al verdugo --- este no es un verdugo, ¡ni siquiera es un maldito soldado! --- volvió a reír, mirando al par de ojos que creyó desaparecido --- ¿cómo sobrevivió sin que lo encontraran? ¿eh? ¿Encontró a alguien para purgar los efectos? ¿Gimió debajo cuando fue sometido?

--- ¿De qué habla?

--- Se habrá vuelto loco.

--- Creo que quiere engañarnos.

Jiang Cheng ignoró a todo y todos mientras mantenía su atención en el ministro. Acercándose hasta estar a menos de un paso de distancia del anciano, su estómago siguió apretado en repulsa, pero eso solo sirvió para aumentar su férreo control.

Podía ser muy paciente ahora que lo tenía atrapado.

--- Nadie aquí lo escuchará --- habló por lo bajo, el ruido que hacía la multitud ayudando a encubrir su voz. --- Así que no pierda el tiempo.

Como era de esperar de alguien acostumbrado a dar ordenes y que estas fueran obedecidas entre una respiración y la siguiente, el antiguo ministro se negó a creerle.

--- ¡Es el erudito Shao Jiang! --- gritó --- ¿No lo ven? ¡Este es solo un mocoso que los esta manipulando! --- Silencio y quietud. Su Min se indignó cuando nadie pareció creerle --- ¡Quítenle ese casco y la tela! ¡Este no es un verdugo ni nadie importante, malditos imbéciles! ¡¿De verdad son tan estúpidos que no saben diferenciar entre un noble y un soldado?! ¡Son solo un grupo de campesinos idiotas y zorras baratas!

--- Le pedí que lo cortara.

El verdugo se giró hacía el joven.

El noble sabía que este no era un verdugo, él y los otros que alguna vez habían visitado el palacio imperial. Su familia fue despojada por ejecutores reales, así que reconocía la diferencia, la falta de la placa de jade verde y de un eunuco que diera las órdenes, lo habían delatado. Ningún ejecutor, traidor o no, podría salir del palacio con el uniforme a menos que contara con la orden del emperador. El ministro, en su pánico, había sido incapaz de unir las pistas, así que ellos también guardaron silencio.

Y así seguiría, nadie diría nada para descubrir la farsa, porque al final, esta persona les estaba dando lo que ni el emperador mismo había logrado. Hablar era perder su oportunidad de vengarse y eso era algo que ninguno de los nobles o antiguos funcionarios presentes haría.

Así que en su lugar, alzó más la voz.

--- Ningún erudito cometería un acto de violencia o crueldad --- no sabía quién era el supuesto ejecutor, pero sí sabía que era imposible que fuera un erudito y el intento de engaño solo lo hizo enfurecer más --- Al menos podría inventar una mejor mentira, ministro. Y tú, --- se giró al ejecutor --- ¿no prometiste que harías lo que te pidiéramos?

--- No --- Su Min tembló cuando el erudito levantó la navaja. --- Espera.

Soltó un quejido cuando la punta afilada atravesó su piel justo en la carnosa caída de un pectoral... y luego dejó de moverse.

No.

No había dejado de moverse, comprendió Su Min con un sonido agudo, se deslizaba con tanta lentitud que parecía estar estática contra su piel. Apretó los labios y se retorció, pero cuando el corte había logrado una pulgada, no pudo contener más su grito de dolor.

Y aun la navaja no se detuvo.

--- Maldito mocoso --- sollozó cuando el corte llegó a las tres pulgadas de extensión --- debí abrirte de piernas y romperte cuando pude.

La navaja salió, solo para clavarse por segunda ocasión en el mismo punto y seguir su lento recorrido. Su Min gritó y maldijo cuando el dolor se volvió insoportable. No era un dolor extremo, pero sí tan lento que lo llevaba a un desespero absoluto. En especial para alguien que no estaba acostumbrado a sentir ningún tipo de dolencia.

Por fin la navaja salió de su cuerpo, los pequeños canales de sangre parecían ridículos para sus gritos, el corte en su mayoría superficial, pero Su Min solo pudo gemir de alivio cuando se detuvo.

--- Lo haré pagar por esto, erudito.

Una leve risa que solo el ministro escuchó.

--- Te exiliaron por varios meses, pedazo de imbécil --- se burló Jiang Cheng mientras el joven se alejaba, satisfecho con el trabajo del "ejecutor" --- todos te han visto partir y gracias a tu pequeña mentira, creen que has ido a visitar a la familia de tu esposa. --- limpió la navaja con lentitud --- nadie te buscará en un largo tiempo.

--- Notarán mi ausencia.

--- Lo harán --- Jiang Cheng sonrió --- pero hasta entonces, te arrancaré la piel a tiras.

Su Min al principio no prestó atención a la declaración, demasiado impactado por la imagen que el erudito presentaba. Los ojos estaban abiertos al grado de poder ver el blanco alrededor de los irises, el cabello ensombrecía la pálida piel y había algo más, algo que le hizo sentir miedo por primera vez desde que fue sacado del carruaje.

No, miedo era una palabra muy suave para lo que se sintió como dedos helados clavándose en su columna.

Este hombre parecía un loco que emulaba una bestia salvaje, una que lucía como si se debatiera entre apresarlo entre sus fauces o arrancarle los ojos.

--- Bastardo loco. --- balbuceó. --- Estas demente.

Locura.

Sí, concordó Jiang Cheng, esto era una absoluta locura.

El plan original había sido que exiliaran al ministro y una vez lejos de la protección de la corte, Jiang Cheng había querido mantenerlo como un valioso rehén, usando toda la información que el hombre tenía de BaiHe y sus seguidores.

Pero Jiang Cheng no solo había gastado más de la mitad de sus recursos para traer a toda esta gente aquí, sino que alejó a sus sirvientes de todas las otras tareas para asegurar el éxito de su plan; se reunió con el imbécil de Nie Huaisang para obtener su ayuda, y a lo largo del último mes, buscó y amenazó, torturó o sobornó a tantos miembros de la corte real y del tribunal de crimen como pudo, para asegurarse de que desestimaran las pruebas contra el ministro.

Jiang Cheng estaba poniendo todo en riesgo y no podía importarle menos. No ahora que tenía al bastardo del ministro a su merced.

Ajenos a su intercambio, llegó la siguiente persona en la larga fila, la ira casi desenfrenada en el hombre corpulento le advirtió al ministro que lo peor solo acababa de comenzar.

--- Haz lo mismo, verdugo, eso que hiciste en su pecho --- señaló las piernas atadas --- pero hazlo en los tobillos, en ambos.

--- ¡Hey, solo es uno corte por cada uno!

--- ¡Eso cuenta como dos!

--- ¡Yo quiero golpearlo!

Sin saberlo, la desmedida reacción del ministro a los últimos cortes había enervado la sed de sangre de todos los presentes. El dolor del ministro había llamado a esa insatisfacción que muchos habían comenzado a sentir. Como un joven que se da cuenta de lo infantiles que eran sus juegos antes y que ahora deseaba más. Emociones más intensas, acciones más decisivas.

Algo que demostrara cuan superior era su poder en comparativa al de su contrincante.

El ministro estaba por descubrir el más inclemente lado del corazón humano.

--- ¡Infelices! --- Su Min, comprendió que esto era un juego que no podía ganar, que iba a morir pero que el dolor que aguardaba antes de ello era amplio y voraz. Se sacudió, frenético por liberarse pero ya sin esa racionalidad que antes le permitió manipular a tantos en su camino al poder --- ¡Van a pagar por esto! ¡Ese hombre es el erudito Shao! ¡Los estan engañando! ¡No es un soldado! ¡Es el erudito!

--- Lo haré en un solo tobillo --- la silueta caminó hasta estar a espaldas del ministro, jalando la tela del pantalón hasta descubrir la delgada piel que recubría el tendón sobre la curvatura del talón --- cuando todos hayan hecho su propia petición, cortaré el segundo tobillo.

--- ¿Después? --- Su Min estaba casi hiperventilando --- ¿A qué demonios se refiere con después? ¡¿Que mierda creen que hacen?!

El hombre no estaba contento, pero lo que dijo el verdugo ayudó a apaciguar al resto, así que no tuvo más opción que aceptar.

--- Que no pueda sostenerse en pie.

Y ese fue solo el comienzo de las siguientes horas.

-

-

Cinco horas después.

Li Fenghua suspiró tembloroso pero negándose a irse, aun cuando sus compañeros hacía tiempo se habían marchado de vuelta a la cabaña.

A lo largo de la tarde, corte tras corte había sido hecho en el cuerpo del ministro, hasta que los gritos habían alternado entre súplicas y amenazas. Ahora que todos habían tenido al menos un turno, se estaban tomando un descanso, dejando al Lord a merced de una pequeña porción de la que antes fuera una multitud.

El descanso no fue por piedad, sino porque eso alargaría la agonía del antiguo ministro. Razón por la cual se le había permitido a muchos rondar alrededor con una mínima supervisión.

Algunos gritaban insultos y recriminaciones, otros habían optado por un único golpe que Luo Shen supervisaba no fuera letal, otros más habían arrojado piedras y uno que otro osado, incluso había orinado sobre las piernas del balbuceante anciano.

Debajo de un toldo a solo un par de metros de distancia, LiLi se abrigó mejor con la capa que había cambiado cuando la temperatura bajó.

Entonces miró al joven hombre sentado a su lado, quien no perdía de vista al ministro, sus ojos tan brillantes que habría sido terrorífico si LiLi no supiera lo que lo motivaba.

Tanto él como varios más de los que trabajaban en el burdel habían visto el cuerpo herido del erudito mientras este murmuraba en la cama, sufriendo fiebres y calambres; otros tuvieron que ayudar a sostenerlo mientras vomitaba hasta no tener nada en el estómago, las arcadas haciendo temblar su debilitado cuerpo, tan débil que necesitó ayuda para caminar de un cuarto a otro o cambiarse de ropa. Li-Li había sido quien lo acompañó hasta que pudo recuperar el movimiento de su boca y hablar de nuevo, hasta que pudo comer sin vomitar al poco rato y fue parte del grupo que lo acompañó durante este último mes, asegurándose de que el joven pudiera llegar desde la frontera hasta la prefectura, sin que nadie lo supiera.

Para ellos, el erudito era alguien que ahora era parte de su variada familia, siempre tendrían un lugar seguro para él en el burdel que llamaban hogar.

Y era por eso que estaba tan preocupado.

Si bien muchos de los cortes en el ministro fueron hechos por otros, aquellos que fueron hechos por el erudito, le habían dolido profundamente. No porque temiera que este saliera herido, sino porque la humanidad en esos hermosos ojos azules se había perdido un poco más tras cada corte.

Preocupado, trato de sonreír mientras le extendía el relicario, retomando la conversación.

--- Ese anciano uso "roja" en ti, así que decidí devolverle el favor.

--- Ese no era el plan.

La voz carecía de inflexión, tan carente de emociones que resultaba espeluznante. Li-Li se acomodó el cabello con algo de exageración para tratar de disimular su inquietud.

--- No era tu plan, dulce, pero seguro era el mío.

Sin nada que decir ante la elocuente respuesta, Jiang Cheng miró el delicado contenedor.

Había sido idea del dueño del burdel, darle esto a Li FenHua.

<<<< --- ¿Quién eres?

Totalmente relajado, el hombre sacó una larga pipa y la encendió mientras respondía.

--- El dueño de este palacio del placer.

Jiang Cheng frunció el ceño.

--- Dijeron algo sobre medicina, ¿a qué se refieren?

--- Oh, pobre cielo. --- interrumpió una voz grave y afeminada.

--- Yo reaccioné igual la primera vez.

--- Tu primera vez fue con tu tío, pervertida.

Varias risas e insultos más llegaron de la puerta, pero Jiang Cheng no les prestó atención, solo miró al hombre mayor, esperando por una respuesta.

El hombre se sentó en un pequeño banco de madera, relajado y riendo un poco por las burlas y demás comentarios que seguían.

--- Cuando vives lo suficiente en uno de estos barrios, es fácil saber cuando alguien esta en problemas. --- El hombre se encogió de hombros, tomando un poco de té que le ofreció Li-Li --- Cuando escuchamos sobre una divertida persecución en los techos que, en realidad, molestó a varios clientes en distintos locales, supuse que eras uno de los involucrados. --- el hombre miró fijamente a Jiang Cheng, con una seriedad que le dio escalofríos --- uno que no se ofreció voluntario a participar, he de suponer.

--- Vinieron personas a buscarte en el barrio --- intervino Li-Li con una sonrisa, extendiéndole una sencilla túnica azul marino. Jiang Cheng dudó, pero al final la aceptó, sintiéndose más tranquilo cuando pudo cubrir su torso con algo más que la delgada camisa que traía puesta. --- Y bueno, costó la mitad de mis ahorros pagarle a esa ruca de allá para que no te delatara, pero lo valió. >>>>

--- ¿Te hirió?

Jiang Cheng notó como las manos de Li FenHua se aferraron a la túnica, cerrándola un poco más aunque esta estuviera bien colocada.

--- Eres muy dulce por preguntar. --- El afeminado hombre se encogió de hombros --- Estoy perfectamente.

Jiang Cheng suspiró, regresando de nuevo su atención al bastardo de Su Min.

Dinero, medicamentos, alimento e incluso ropa. Los trabajadores del burdel le habían dado a Jiang Cheng todo lo que necesitó sin pedir nada a cambio. Este grupo en particular había dejado el burdel para acompañarlo por rutas clandestinas y usaron lo que fue necesario para sobornar barqueros, conductores y hasta a guardias para que lo mantuvieran en el anonimato.

Era gracias a ellos que consiguió robar el uniforme de un ejecutor sin que nadie diera voz de alarma.

<<<<--- Es bueno verte caminar de nuevo.

El hombre lo decía con seriedad, pero Jiang Cheng estaba más interesado en hacer sus propias preguntas.

--- ¿Por qué me ayudan?

En lugar de una respuesta premeditada, tanto el hombre mayor como los demás comenzaron a reír, algunos incluso soltando frases obscenas y burlonas.

--- Vamos, chico --- el hombre se levantó y caminó hacía la puerta --- te llevaré a comer algo y a que te vistas como una persona decente.

Jiang Cheng estaba por negarse, pero el prostituto, Li-Li, había tomado la bandeja llena de medicamentos y lo empujaba con ella.

--- Camina, camina, corazón. Mientras el jefe te consciente, yo cambiaré tus vendajes y te explicaré todo lo que necesites.>>>>

Sabía por qué lo ayudaron y una parte de él, aquella cuyo orgullo estaba roto y maltrecho, se alegró de que jamás respondieran directamente a la pregunta.

Una deuda más que agregar a la lista.

Miró de nuevo el relicario que Li FenHua le había entregado.

<<<< Levantándose del banco, el dueño del burdel sacó algo de entre sus ropas y se acercó hasta que Jiang Cheng pudo ver con claridad las pequeñas perlas rojizas en el interior del frasco. Recordó entonces que el té que tomó cuando cenaron en la posada la noche del ataque, había tenido un color muy parecido a ese.

--- La llamamos Dalia Roja, es difícil conseguirlo y cuesta más de lo que imaginarías. Es por decirlo así: caro, eficaz y lo más importante, imposible de identificar porque intensifica el sabor de la comida en lugar de cambiarlo* --- lo guardó de nuevo y regresó a su asiento --- Nadie que esté aquí lo usaría por voluntad propia, pero siempre aparecen clientes con ideas divertidas. Todos los burdeles respetables guardamos algunos remedios para contrarrestar los efectos de este y otros afrodisíacos. Pero son remedios que toman su tiempo para funcionar --- el hombre dio una profunda calada de su pipa antes de hablar --- sobra decir que hemos perdido a muchos trabajadores valiosos que nunca lograron recuperarse.

Jian Chen entornó la mirada.

--- Creí que tenían una cura.

--- Los recuerdos pueden ser igual de dañinos que una herida física, --- el hombre sacó el humo con una larga exhalación--- o ser incluso peores. >>

--- Debes irte.

El joven prostituto comenzó a negarse, pero se detuvo a sí mismo. Nada de lo que dijera iba a hacer al erudito cambiar de opinión.

Nadie que hubiera mostrado la astucia y calculadora crueldad que el erudito mostró en el último mes, retrocedería tan cerca de su objetivo.

Así que solo pudo forzar una sonrisa.

--- Harás algo que una dama como yo no debería presenciar, entonces --- dijo antes de dar un profundo suspiro --- bien, dulzura, nos vemos después. --- dio una suave caricia en el tenso hombro, bajando la voz al mismo tiempo --- no le des tu alma, cielo, --- susurró el joven --- tu odio sí pero no tu alma.

Tras las enigmáticas palabras, se fue en dirección al abandonado carruaje, evitando mirar a la gente que regresaba a la plaza ahora que el tiempo de descanso había terminado.

Se subió al cálido interior, sintiendo un frío que nada tenía que ver con el clima. Con uno de los sirvientes del erudito como conductor designado, LiLi partió en dirección a la cabaña.

Mirando hacía atrás, se estremeció cuando el primer grito reverberó sobre el sonido de los cascos de los caballos.

-

-

Jiang Cheng volvió a cubrir su rostro, acercándose hasta la patética figura en el centro de la plaza.

Los cortes en los pies, brazos y pecho habían coagulado parcialmente, pero la piel lucía enrojecida e inflamada en los bordes.

Con la cabeza colgando, Su Min gemía por lo bajo, soltando una palabra al azar aquí y allá. El dolor era agonizante, cada zona herida ardía y punzaba sin parar, el músculo expuesto por los cortes quemaba con cada ráfaga de aire. Su cuerpo temblaba sin control, el frío habiendo penetrado hasta el hueso mismo.

Las lágrimas corrían sin pausa, las agitadas respiraciones formando pequeñas volutas de vapor frente a unos ojos desorbitados y desenfocados.

--- ¿Cómo? --- granzó cuando percibió al erudito frente a él --- ¿Cómo encontró los registros?

Esa había sido la clave, creía la confundida mente del ministro mientras soportaba la terrible humillación. Había podido dar respuesta a casi todo menos a eso, sin importar cuanto lo intentó.

Y Jiang Cheng estaba feliz de responder, deseoso de aumentar la agonía del ministro tanto como fuera posible.

--- Puede agradecerle a su esposa --- respondió --- los entregó en cuanto le recordé que si era encontrado culpable, perderían todas sus propiedades y riquezas.

El ministro hizo un sonido extraño, entre una risa y un gruñido.

Debió imaginarlo.

Su esposa era una zorra codiciosa, una digna mujer para estar a su lado que no había dudado en sacrificarlo para conservar su riqueza.

--- El comandante mintió --- dijo, incapaz de contener sus divagaciones en medio del dolor que sufría --- dijo que lo conocía de cuando eran estudiantes --- el ministro sollozó angustiado cuando el ruido de la gente comenzó a subir. Sus verdugos regresaban. --- es imp-possible que sea tan mayor, o él tan j-joven.

<<<<- No puedes revelar mi identidad.

Nie Huaisang asintió.

-- Seguro, hermano Jiang. -- con una sonrisa, el antes líder Nie bebió de la taza de té -- jamás sabrá quien eres. >>>>

Cuando eran estudiantes.

Responder con una verdad que solo tenía sentido para un grupo de personas, parecía muy propio del carácter del Nie.

De estar en circunstancias distintas, Jiang Cheng casi habría encontrado gracioso el comentario. En el presente, solo tomó nota de que su identidad estaba protegida.

--- Es mentira --- repetía el ministro.

Jiang Cheng no respondió, no había necesidad.

Pronto, la plaza estaba repleta, solo unos pocos habían quedado satisfechos o demasiado perturbados y negado a regresar, Luo Shen se había ido para vigilar que ninguno de estos pensara en salir del pueblo y dar voz de alarma.

El resto, regresó sin dudar.

Voces exaltadas y movimientos nerviosos delataban el deseo cruel de ver más de aquel patético humano, de escuchar sus súplicas o llanto.

Y al centro de todos, se erguía la figura de Jiang Cheng, quien solo miraba al ministro con una frialdad que emulaba tiempos pasados.

--- Sigo yo.

Un pequeño hombre ya extendía la mano por la navaja que Jiang Cheng le dio con gusto.

Hace tanto tiempo atrás que parecía más una lejana pesadilla, Wei Ying había llegado con un aterrado Wen Chao, ensangrentado y rogando por una piedad que no mostraron*.

Fue entonces que Jiang Cheng aprendió cómo y dónde herir a alguien sin causar la muerte inmediata, cómo prolongarla hasta que su ira menguaba.

En aquel entonces había sido un joven que había perdido a su familia.

Ahora era un adulto con un más experiencia y menos contención.

--- Sostén la piel --- asintió cuando el otro siguió la instrucción --- mantenlo delgado para no tocar las venas importantes.

El grito de agonía solo hizo que esos recuerdos palidecieran.

Nie Huaisang no había mentido y a pesar de que su nuevo cuerpo fuera joven, Jiang Cheng era un adulto que había tenido varios años para perfeccionar aquel método burdo que Wei Ying había empleado contra Wen Chao.

Y a diferencia de lo que parecía para la multitud, Jiang Cheng no estaba se sentía absoluto indiferente.

Muy por el contrario, se contenía al punto de que parecer ausente, tan absorto en su tarea que le habría sido imposible defenderse si en aquel momento hubiera aparecido algún enemigo.

Mientras sufría por las secuelas del afrodisíaco, se había jurado una y otra vez matar al ministro, ideando y descartando torturas hasta dar con una que pensó, lo satisfaría.

Uno a uno, enseñó a las personas a cortar la piel sin tocar las arterias o los órganos vitales, dejándoles celebrar por cada trozo que arrancaban al anciano que ahora lloraba a viva voz; la saliva y otros fluidos bajando desde su nariz y boca hasta gotear; el cuerpo temblando y azulado en algunos puntos, los dedos de los pies amoratados a medio camino de la congelación.

Y a pesar de la grotesca imagen, el pulso de Jiang Cheng jamás cambió, su mirada no se separó ni su voz salió menos firme.

Había caído en una neblina que hacía a su propia consciencia y emociones diluirse en la nada, una neblina de la que no deseaba escapar.

La luz comenzó a menguar y la noche había caído para cuando el último de los presentes se retiró, satisfechos ahora que habían tenido su parte o demasiado cansados para soportar mirar más.

Ellos habían terminado y para que el documento que firmaron fuera válido, debían irse antes de que el ministro muriera.

O al menos eso fue lo que Jiang Cheng les dijo. La realidad, es que su muerte era un trofeo que solo le pertenecía a él.

Una vez solo, se paró frente al bastardo que había amenazado con arrebatarle su vida y su cordura.

Al cuerpo del ministro le faltaban trozos enteros de los muslos y pantorrillas; pedazos habían sido cortados de sus antebrazos, bíceps y hombros; su pecho era una mancha inmensa de rojo músculo y coagulada sangre; y del cuero cabelludo, varias secciones dejaban entrever trozos del blanco cráneo, los mechones ensangrentados estaban regados en el suelo o colgando de los maderos que sostenían al agonizante anciano.

Era el final, comprendió cuando pateó a un lado lo que supuso era la lengua... ¿o quizá los labios, mejilla o ceja del ministro?

Imposible decirlo.

Era el final que estuvo desesperado por conseguir a lo largo del último mes.

Jiang Cheng sacó a ChenQing, la flauta estaba quebrada, pero aún podía discernirse el diminuto gorrión sobre ella, traslucido en algunos puntos e invisible en otros.

Había encontrado el maltrecho instrumento en la casa de uno de los funcionarios que amenazó, y antes de poder preguntarse por sus propias acciones, la había tomado y llevado consigo desde entonces.

--- ¿Vivo o muerto? ---preguntó ahora.

El gorrión aleteó un poco, sus movimientos lentos y descoordinados.

'Como sea tu elección, poco importa'

Debido a su familiaridad con la energía resentida, ChenQing podía alimentarse de la persona viva o muerta. Era la única arma que exentaba a Jiang Cheng de su acuerdo de no matar a sus enemigos.

--- Bien.

Satisfecho, Jiang Cheng sacó su espada corta... pero no mató al ministro.

A pesar de su deseo de hacerlo, algo lo detuvo, algo que no verbalizó pero que pudo verse reflejado en su rostro.

Con la punta de la afilada hoja, forzó al ministro a levantar la cabeza, mirando aquel rostro hinchado e irreconocible.

Quieto y sin decir nada, Jiang Cheng solo observó. Sin parpadear, sin decir nada, incluso sin hacer expresión facial alguna. Jiang Cheng solo lo miraba.

ChenQing no lo apresuró, absorta en el cambio que aquel elegante perfil le mostró, la intensidad en aquellos ojos azules apagándose hasta casi hacer palidecer el color en ellos.

Entonces miró al despojo de humano que lo tenía tan atento, preguntándose qué habría hecho para que el líder Jiang sacrificara una parte de sí a cambio de matarlo.

Y así era.

A lo largo de las horas, había notado como la esencia del líder Jiang se apagaba un poco, las fracturas en él apareciendo y curándose de forma aleatoria hasta que algunas se negaron a irse, alargándose un poco tras cada grito y gota de sangre derramada.

Vio y escuchó al alma del líder Jiang encogerse en una pequeña llama en lo más profundo de si mismo.

Era incapaz de entender por qué Sandu o Zidian permitirían a su amo lastimarse de esta manera, el por qué lo dejaban solo para enfrentar a sus enemigos o el por qué no habían llamado al resto de los cultivadores para ayudarlo.

Este nivel de oscuridad no era algo con lo que debieras enfrertarte por cuenta propia.

Doliente, ChenQing observó la desértica plaza, las luces en los edificios y los lejanos ruidos.

Luego, al hombre al borde de la muerte que emitía ruidos, como el graznido de un ave que agoniza.

Solo entonces, giró su atención a la oscurecida silueta del líder Jiang, la sangre y los trozos de tejido a su alrededor como macabros pétalos marchitos. Su solitaria figura en medio de tanto dolor, sin nadie cerca, sin nadie que le sostuviera o le protegiera de su propia ira y dolor.

Era un cuadro desolador.

--- Te veré en el infierno --- susurró Jiang Cheng, antes de, en un limpio corte, abrir el vientre del ministro.

Los órganos salieron y cayeron al piso con un sonido repulsivo, parte de los intestinos, todavía sostenidos por las paredes abdominales, quedaron colgando parcialmente.

El cuerpo del ministro convulsionó mientras la pérdida masiva de sangre hacía fallar su corazón, todavía lo bastante lejos de la muerte para ver sus propios órganos cayendo fuera de su cuerpo.

Cansada de tanto sufrimiento, ChenQing consumió el cuerpo del ministro, lentamente, desde los pies hasta el rostro levantado al cielo, la boca abierta en un grito silencioso en sus últimos segundos antes de morir.

Pudo terminar en solo segundos, pero si el líder Jiang quería darle una muerte lenta, ChenQing le daría ese gusto.

El amanecer llegó como una luz grisácea y mortecina, la oscura silueta todavía de pie donde los maderos, cuerdas y manchas de sangre semicongelada estaban esparcidos. Una oscura flauta de brillante borla roja y hermoso grabado, era sostenida firmemente en sus pálidas manos.

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NOTA

*Limpiarlo: básicamente se refiere a desintoxicarlo del afrodisíaco.

*Caballa: tipo de pescado similar al salmón.

*La muerte de Wen Chao mencionada es en referencia a la descrita en la novela.*Muerte por lingchi o mejor conocida como la muerte de los mil y un cortes, si lo buscan en internet, encontrarán fotografías de una ejecución real (de las últimas efectuadas en China)... aunque no lo recomendaría.

*Relicario: collar hueco que permite guardar fotografías, objetos pequeños o algunos tipos de sustancias. (Lo que me hace preguntar: tiene otro nombre en su país??)

*Esto parece exageración, sin embargo, algunos venenos, como el usado para roedores, tiene el peculiar efecto de intensificar el olor o sabor de la comida en lugar de cambiarlo.

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Listo!

Lamento la tardanza, ha sido uno de los capítulos más difíciles de escribir, aun siento algo de pesar emocional.

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